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Perpetua nobleza en el gol

El 26 de abril de 1986 una explosión de hidrógeno en el reactor 4 de la central nuclear de Chernobil pulverizó la rutina internacional para convertirse en uno de los mayores desastres medioambientales de la historia. Un ensayo que simulaba el suministro eléctrico fue el preludio de la catástrofe. El exceso de dióxido de uranio, grafito, carburo de boro y demás gases funestos, materiales radiactivos y tóxicos que se desplegaba en forma de bolsas radiactivas, como pétalos de rosa, superó en más de 500 dosis al que liberó la bomba radiactiva de Hirosima. 31 personas murieron en el acto y más de 116.000 tuvieron que ser evacuadas de las zonas contaminadas, abandonando áreas de los países de Europa central durante muchos años. En el pueblo ucraniano de Dvirkivshchyna, entre los afectados por el desalojo se encontraba un niño de nueve años ajeno a las consecuencias de su evacuación hacia el mar Azov, Andiy Shevchenko.

Por aquel entonces, Sheva ya expelía nobleza y reuniones con el gol. Su talento, usufructo de la fidelidad con el tanto ya había sido atisbado por Lobandovsky, director técnico del Dynamo de Kiev, quien reconoció en el prometedor joven una clarividencia para el futuro engranaje ofensivo del Dynamo. Sin embargo, aquel estruendo de padecimiento postergó el florecer del delantero como si la tierra contaminada, que impedía el brote de la flora, castigase también las esperanzas de Sheva.

Pero su calidad le reservaba un lugar en las categorías inferiores del Dynamo, donde se forjó como goleador insaciable. Debutó con el primer equipo en 1994, y tras lograr las semifinales de la Liga de Campeones en 1999 (temporada en la que eliminó en cuartos al Real Madrid), la joven estrella fue traspasada al Milan. En Italia conquistó la Serie A, una Liga de Campeones y una Copa de Italia. Su importancia en la consecución de los éxitos milanistas fue reconocida con el Balón de Oro en 2004 (después de haber optado a él dos veces). Shevchenko, cuyo primer recuerdo dirigía a sus compatriotas, porque «atraviesa unan situación difícil» y consideraba que «esta gente merece la democracia«, se convertía en el primer jugador con nacionalidad ucraniana en alcanzar el galardón. Antes, ya lo habían conseguido Oleg Blojin (1975) e Igor Belanov (1986), pero por entonces, Ucrania pertenecía a la URSS.

En el primer partido que disputaba Ucrania en la Eurocopa que organiza junto a Polonia, ante Suecia, de nuevo Shevchenko agasajó a su nación con una ofrenda de entusiasmo y gozo que alcanzó mayor hilaridad por lo inesperado del desenlace. El delantero, a sus 35 años, desnudó las pasiones para observar el bienestar en su concepción más natural. Sheva es eterno:  «me siento de 20 años, aunque tengo 35. Es una victoria fantástica y me siento fantástico» comentaba el delantero después del partido. Con sus dos tantos Ucrania elevaba al cielo la promesa de una satisfacción consagrada. En el primer gol, recibía un balón colgado al primer póster, en esa dimensión donde los grandes delanteros demuestran sus ambiciones para con la celebración. Cabeceó como siempre supo. El segundo tanto acarrea más significado. En un saque de esquina, se zafó de Ibraimovich, delantero que ahora se pavonea en su casa milanista, para ajustar la bola con la testa. El pretérito rossonero constató que hay rockeros que nunca mueren.

El decano del gol, de 35 años, todavía no ha asegurado dónde jugará la temporada que viene. En la pasada campaña las zancadas del tiempo se cebaron con el deterioro de su espalda y sólo pudo jugar en una veintena de partidos, ninguno entre enero y abril. En Ucrania la afición y la prensa no confesaban su admiración por la inclusión de Sheva para la Eurocopa.   Blokhin, el seleccionador uraniano veía innegable su participación. Tanto, que antes del partido contra Suecia le dijo a Andrei «que había soñado que iba a marcar dos goles». Sheva, sin embargo, no le creyó.