Archive | noviembre 2011

El Barça se reencuentra

Retorna el Barça a la senda del triunfo con la magnitud del resultado a la que acostumbra: con un desenlace hinchado a base de goles. Cuatro tantos que desarbolan a un Rayo con la categoría de grande, un equipo sin complejos que se miró al espejo y no renunció a su idiosincrasia. Había dicho Sandoval que «o salimos por la puerta grande o vamos a la enfermería». No fueron el matagigantes que esperaban, pero tampoco supuró la herida. Comprendieron que este Barça tiene relumbrón, y con gallardía no basta.

Los de Guardiola necesitaban ganar después del tropiezo en Getafe. Alexis, escorado junto a la cal de la banda izquierda entendió el menester acontecido y se autodenominó concluyente. Determinante y sustancial, dribló y centró empleándose con magnitud hasta que abrió la lata en el minuto 29, eludiendo así, los fantasmas que durante media hora despernaron los madridistas. Con el resultado a favor, el Barça se dedica a seguir la corriente convirtiendo el caudal de juego en un río imposible de navegar.

Quedaban 45 minutos pero la crecida venía con fuerza. Villa y Messi aportaron su granito de arena y el Rayo aguantó con la dignidad de su condición. Salieron con la cabeza bien alta.

Y entretanto, con la resaca, se olvidan los problemas y afloran las envidias; evidencia del Ser Humano. Coleando la cartulina a Piqué, aquella de igual signo que la de Alonso, pero de distinta repercusión (en ciertos sectores de la prensa). Allá ellos con sus fobias.

Campanas de victoria

Con el clásico liguero a la vuelta de la esquina el Madrid camina con la firmeza del aspirante a la Liga y Champions. Contra el Valencia se sacudió de un manotazo los temores en un campo complicado, y vapuleó a un flojo Dínamo de Zagreb en el Santiago Bernabéu. Recordó el encuentro europeo a tiempos pretéritos de suficiencia donde los rivales, nada más salir al terreno de juego, sentían el célebre miedo escénico. Partido sencillo que los de Mourinho encarrilaron pronto con una alineación inédita hasta el momento.

Con la primera plaza del grupo en la mano, tras la batalla de Mestalla y con partidos venideros de nivel (Athlético, Sevilla y Barça), Mourinho rotó a jugadores importantes. En tiempos pasados, la idiosincrasia blanca hubiera derivado en un encuentro patán y trolero sin la gracia de la soberbia goleadora. Pero este Madrid va a otro rollo. Esta vez aspira a algo más. Argumentos tiene suficientes porque contra el Zagreb los marcó de todos los colores: manoseando el balón con la gallardía y el mimo del superdotado, sin atender a compromisos con la velocidad, como el primero. Vertical y titánico en arrancadas, con un contraataque demoledor sin concesiones, como el segundo. Con la gracia de la individualidad, una chispa de talento de esas que tanto gustan en el teatro, como el tercero. Así hasta la media docena.

Pero el Barcelona no tiembla en su castillo de arena, y a pesar de que la mejor noticia para el madridismo es la demostrada compatibilidad entre Benzema e Higuaín, saben en la ciudad condal que sólo juegan juntos en partidos supérfluos. Y el clásico no será de esos.

Es justo reconocer que el Real Madrid demuestra un talento sobrenatural, tres puntos por encima de sus rivales, quizá incluido el Barcelona. Pero que nadie se lleve a engaño, el Zabreg no tiene la calidad sufiente, o no la demostró, como para sacar conclusiones limpias. La pureza del resultado obedece a la música de Champions y no a derivadas teorías sobre un posible resultado.  Contra el Barça será otra cosa, así que abstenganse en la casa blanca de tocar las campanas de la victoria. En un clásico, no hay favoritos que valgan.

El caballo del malo

No soy amigos de grandes dispendios ni verborrea gestual. Celebro los goles con el corazón contenido en ademanes alejados de parafernalias exquisitas que levanten el vuelo. Soy conservador en aspavientos. Quizá por eso, en caso de ser entrenador, nunca me lanzaría al césped de rodillas ni correría fanfarroneando a lo largo del área técnica. Quizá por eso no me gustan las posturas alborozadas de Mourinho que levantan ampollas allá donde pasa y propaga herbicida sobra la césped que pisa y que parece que no volverá a crecer.

Pero no convivir con el protocolo del luso no le acredita como el malo de la película, ni todos sus gestos deben tomar la categoría de mojón deportivo. El pasado sábado 19 de noviembre, durante el encuentro que enfrentaba al Valencia con el Real Madrid, Mourinho celebró el gol de Cristiano, el 1-3, a lomos de Callejón. Lo hizo en un gesto de explosión entusiasta celebrando un tanto que parecía encarrilar la victoria en un territorio adverso. Sin embargo el saltito ha adquirido el cariz de gesto revelador, y Callejón se convirtió en el caballo del malo.

Mourinho, dicen algunos, cabalgó sobre un tic humillante para el valencianismo. Aspaviento antipático que le pudo salir caro si el árbitro en vez de córner hubiese concedido penalti por mano de Higuaín. No sufrió las consecuencias del posible empate, pero sí las de la crítica de cierto sector de la prensa.

Para salir absuelto de su festejo particular, Mourinho  aclaró que el saltito no insultaba a Mestalla sino que, por el contrario, su afición debía entenderlo como un acto de concordia para con ellos. Vino a decir algo así como que una celebración tan sentida debía alegrar a la parroquia valencianista por no poner las cosas sencillas al todopoderoso. Excusas baratas.

En su presentación como técnico blanco, Mourinho aseguró que no iba a cambiar. Por eso no es de extrañar que trote en la grupa de sus pupilos cuando la victoria está al caer, ni que escupa palabrería asentada en la excusa de la hipocresía de la prensa, ni que se sienta víctima de una conspiración internacional que pretende elevar al Barcelona a las alturas. Sabíamos cómo era, cómo actúa y qué podíamos esperar de él.

El portugués tiene un estilo cimentado en la polémica del verbo fácil. Formas bandidas que se han vuelto contra él y reaccionan a cada uno de sus actos con embestidas. Todo se mira con lupa. Y aunque su ademán de jinete obedezca a la explosión del sentimiento, él mismo se lo ha buscado.  Al fin y al cabo, se subió en el caballo del malo.

Artículo en Vavel.com

España no fue España

Rugió Wembley al final del encuentro con el bullicio y follón que conceden las gargantas tras ganar a la Campeona del Mundo. Rugió en revuelta y jolgorio por verse su autoestima azuzada por la victoria de un amistoso intrascendente. Pero victoria al fin y al cabo. Logró la azaña Inglaterra asentada en el manual capellista al amparo de la consistencia defensiva y el anhelo de una oportunidad que no desperdiciaron. España jugó a lo suyo, dominando la posesión y el toque, pero extrañando la brillantez característica que le dotasen  un hueco en la Historia del libelo balompédico. Jugó como abobada por el nécatar seductor de las amapolas, como si el colosal y enmudecido minuto de silencio hubiese aturdido la capacidad de conexión. Fue España pero sin serlo.

Al amparo de los éxitos La Roja se siente infalible y reconoce estos encuentros como choques de segunda fila. Los juega porque tiene que hacerlo, con su estilo propio e intentando, eso es seguro, agrandar esa nobleza cosechada a base de victorias y buenos quehaceres. Pero no lo hace con el convencimiento que demuestra en las grandes citas o en los choques oficiales. De nuevo, esta vez ante Inglaterra, el orgullo nacional sale herido en un partido amistoso. Aviso para navengantes.

Venía el encuentro marcado por la ausencia de Rooney y la suplencia, investigación policial de por medio, del capitán Terry. Pero sus bajas no se sintieron definitorias; Inglaterra siempre juega a lo mismo y lo demostró anoche. Por su parte Espana, enfundada en la nueva elástica, regresó al falso 9, amparado en el poker de bajitos. No sirvió de nada, porque el toque magestuoso no logró cimentarse en últimos pases eficaces. Por cuarta vez (Argentina, Portugal, Itala e Inglaterra) desde que alzase la Copa del Mundo la campeona salió derrotada por una de las «grandes».

La primera parte pasó sin pena ni gloria. Villa no acertaba en los movimientos, Silva no deslumbró como acostumbra y la bola se movía con parsimonia. Triste reflejo de citas no oficiales. Inglaterra se replegaba con eficacia y presionando el centro del campo español intentaba galopar las contras con cierta visión. Walcott era una bala en la banda derecha, aprovechando las pocas internadas del valencianista Alba. El lateral derecho tampoco lució como acostumbra pero ganamos un central con galones de líder. Quizá lo mejor del encuentro fue reconocer en Ramos ese zaguero patronado en las echuras de la jerarquía. Como acostumbra en su equipo en las úlitmas fechas, el madridista demostró que su cabeza se asienta mejor en el centro de la última línea: salió al corte, potente de cabeza y sacando el balón.

La segunda parte comenzó con cambios de cromos. Sustituiones diplomáticas que dieron a Reina, Mata y Fábregas primero, y Torres, Puyol y Cazorla después, una oportunidad en el mítico Wembley. Quizá si Llorente jugase en la vieja isla hubiese entrado en los planes. Pero esa es otra historia. España continuaba fallona y algo abobada. Sólo el gol de Lampard, tras una falta lateral mal defendida abofeteó a los nuestros. Milner colgó el balón al punto de penalti y Bent, en una estampa de delantero poderoso se elevó sobre la maraña de jugadores para empalar el balón en el póster. Lampard, a placer ante la apatía española empujó el balón a la red. Un gol engañoso, porque ni Inglaterra ni Lampard lo merecían. Demasiado premio para un capitán agónico.

Se reactivó España tras el sopapo y tornó el encuentro en un asedio a base de pases interiores y consistencia. En más de una ocasión un pelo de elefante nos separó de un merecido empate que acabase con la moral numantina de los ingleses. Pero no llegó el ansiado gol. Cesc la tuvo un par de veces, Piqué no definió tras una jugada beckenbaiana, y Villa, que tuvo las mejores ocasiones, parecía negado. En la primera, tras un pase medido de Busquets con el que eludió dos líneas defensivas, no definió con soltura.  En la segunda el 7 empalmó de bolea y fuera del área un balón que repelió el poster (con regalito del defensa incluido). 3+1 se denomina en baloncesto. Pero ni esto es baloncesto ni Villa anotó el triple. Algo le pasa al máximo goleador de la Roja.

La derrota no despierta fantasmas, porque esta selección no entiende de eso. Pero recuerda que no somos invencibles. Esperemos que sólo afecte a estos partidos intrascendentes alejados de la competición oficial. Aviso para navegantes. Recibido.